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M iguel Lopera

 

Asociado Nel- cf Medellín

 

Voy a abordar la fotografía como la expone Ronald Barthes en su texto titulado en español como “Cámara Lúcida” [1] y la función de la obra artística en el sujeto que “ve”, “mira” o “es mirado” por la obra.

Ronald Barthes hace un estudio específico de la fotografía, pero cuando produce los conceptos de studium y punctum, creo que se pueden extender a toda obra de arte e incluso a otras disciplinas como la experiencia analítica, como lo indica Juan Fernando Pérez en una sesión de su seminario.

Miller en el “El ser y el Uno” dice, Roland Barthes “se ocupa allí de la fotografía, es decir, de aquello que parecería ser cuanto podemos encontrar de representación en bruto de lo real”[2]

Roland Barthes, al hacer su investigación, aclara que va a trabajar desde el lugar del sujeto mirado y del sujeto mirante en la fotografía[3]y no del lugar de la foto según el fotógrafo.

Anoto en Barthes que, de todas maneras, la aplicación a su regla de intentar nombrar con dos elementos la fotografía, se refiere a su interés particular por ella. El studium es un interés general, pero del sujeto, su gusto, “por medio del studium me intereso por muchas fotografías” dice que, por testimonio, historia, acciones, etc. El punctum es el que punza como una flecha, dice que usa esa palabra en latín para designar esta herida, este pinchazo, la marca hecha por un instrumento puntiagudo y eso lo remite a puntuación, y dice “las fotos de que hablo están en efecto como puntuadas (…) precisamente esas marcas, esas heridas, son puntos.” [4] Es también pinchazo, agujerito, pequeña mancha, pequeño corte y también casualidad.

El studium hace significar, dar ganas, yo dedico mi studium con más o menos placer, pero nunca es mi goce o dolor, que es de donde sale el detalle del punctum, que atraviesa, fustiga, raya por un detalle que me atrae o lastima.

Tratará de definir el punctum, como una coprescencia del detalle, pero sugestivamente, sólo para algún sujeto. Dice: dar ejemplos del punctum, “es entregarme”.[5] Por fulgurante que sea, tiene más o menos virtualmente una fuerza de expansión que es a menudo metonímica[6]. “Un detalle arrastra toda mi lectura; es una viva mutación de mi interés una fulguración” gracias a la marca, la foto deja de ser cualquiera. Ese algo me ha hecho vibrar, ha provocado un estremecimiento.

La fotografía del invernadero, de su madre, dice: “esta fotografía reunía para mis todos los predicados posibles que constituían la esencia de mi madre”[7] Lo que él leía en esa fotografía, era, utópicamente, universalizarse en la escritura, cuyo proyecto entonces sería la única finalidad de su vida. No publica la foto porque no abriría en nadie herida alguna, y solo sería un studium para ellos.

El referente de la fotografía persiste en los conceptos tratados por Ronald Barthes y que, para el tema que hoy nos trae, voy a ilustrar con el primer testimonio de María Cristina Giraldo, que nos invita a través de su construcción escrita a reconocer el punctum que le impacta y moviliza su análisis.

Ella nos relata una escena a los 6 años de edad, donde la casa de la familia está llena de personas, visten de negro y lloran. Dice: Mi padre me levanta sobre el ataúd para que me despida de mi abuelo. Ella exclama: “¡de traje y sin zapatos!”. El padre explica: “no tiene zapatos, porque ya no va a caminar para ninguna parte; el abuelo murió”.[8]

Ahora al siguiente párrafo nos dice, que hace unos años en Nueva York, va al Museo Guggenheim y ve del artista Maurizio Cattelan la obra Un Kennedy en el féretro, de traje y con los pies desnudos[9], y aunque esta obra de arte no es una fotografía para ella “esto ha sido”, que es como define Barthes una foto.

Lo que quiero resaltar es, dice María Cristina, el impacto de ese punctum: “resonó en la consistencia que ya tenía mí síntoma en el análisis. Ese trozo de real puesto en la vulnerabilidad de los pies, la pieza de mi cuerpo que quedó marcada por el traumatismo de lalengua que estalló en mi síntoma: las contracturas musculares en los pies, la mala elección de los zapatos que, en forma paradójica, corporizaba lo que no anda, al causar algún trauma; el caminar en el encierro para descargar el exceso de angustia.(…)Esa era mi manera de vivir la pasión, por la vía de ese afecto que contraía mi cuerpo con la angustia y que ahora lo vivifica con el sinthome”.

Un nombre del sinthome producido en el análisis como “un esguince en la voz”, un oximorón, una frase neológica por su imposibilidad, pero que la nombra, a partir de un acontecimiento de cuerpo.

Esa expresión del padre levantándola con los pies al aire y el dicho paterno que marca, logra al cabo de los años “poner a caminar lo que tengo entre manos” como sintagma y solución extraída del análisis. Y dice cómo la analista, en su última sesión, asiente a su construcción, diciéndole “ahora tienes las manos libres y los zapatos bien puestos”.

Puedo decir entonces que la experiencia analítica puede ser un studium, pensado a la luz del planteamiento de Barthes y la construcción del sinthome como el punctum, que irrumpe para un sujeto como una construcción singular y única, pero también ciertos momentos del análisis pueden tener esa construcción en cuanto la experiencia de María Cristina en el museo, produce ese impacto, esa herida, ese pinchazo de un punctum, muy singular de lo traumático, porque sólo para ella tiene ese poder fulgurante de reconocimiento para sí misma.

[1] Barthes, Ronald. “Cámara Lúcida-Notas sobre la fotografía”. Paidós. 5ª reimpresión. España. 2014.

[2] Miller, Jaques-Alain. “El ser y el Uno” p. 38

[3] Barthes, Ronald. Ibíd p. 60

[4] Barthes, Ronald. Ibíd p. 31

[5] Barthes, Ronald. Ibíd p. 60

[6] Barthes, Ronald. Ibíd p. 63

[7] Barthes, Ronald. Ibíd p. 85

[8] Giraldo, María Cristina. “La Voz opaca”, en Bitácora Lacaniana. Revista de psicoanálisis de la nueva escuela lacaniana-Nel. Número extraordinario-abril 2017.Grama.2017. p. 52.

[9] Giraldo, María Cristina. Ibíd.

M iguel Lopera

 

Asociado Nel- cf Medellín

 

Voy a abordar la fotografía como la expone Ronald Barthes en su texto titulado en español como “Cámara Lúcida” [1] y la función de la obra artística en el sujeto que “ve”, “mira” o “es mirado” por la obra.

Ronald Barthes hace un estudio específico de la fotografía, pero cuando produce los conceptos de studium y punctum, creo que se pueden extender a toda obra de arte e incluso a otras disciplinas como la experiencia analítica, como lo indica Juan Fernando Pérez en una sesión de su seminario.

Miller en el “El ser y el Uno” dice, Roland Barthes “se ocupa allí de la fotografía, es decir, de aquello que parecería ser cuanto podemos encontrar de representación en bruto de lo real”[2]

Roland Barthes, al hacer su investigación, aclara que va a trabajar desde el lugar del sujeto mirado y del sujeto mirante en la fotografía[3]y no del lugar de la foto según el fotógrafo.

Anoto en Barthes que, de todas maneras, la aplicación a su regla de intentar nombrar con dos elementos la fotografía, se refiere a su interés particular por ella. El studium es un interés general, pero del sujeto, su gusto, “por medio del studium me intereso por muchas fotografías” dice que, por testimonio, historia, acciones, etc. El punctum es el que punza como una flecha, dice que usa esa palabra en latín para designar esta herida, este pinchazo, la marca hecha por un instrumento puntiagudo y eso lo remite a puntuación, y dice “las fotos de que hablo están en efecto como puntuadas (…) precisamente esas marcas, esas heridas, son puntos.” [4] Es también pinchazo, agujerito, pequeña mancha, pequeño corte y también casualidad.

El studium hace significar, dar ganas, yo dedico mi studium con más o menos placer, pero nunca es mi goce o dolor, que es de donde sale el detalle del punctum, que atraviesa, fustiga, raya por un detalle que me atrae o lastima.

Tratará de definir el punctum, como una coprescencia del detalle, pero sugestivamente, sólo para algún sujeto. Dice: dar ejemplos del punctum, “es entregarme”.[5] Por fulgurante que sea, tiene más o menos virtualmente una fuerza de expansión que es a menudo metonímica[6]. “Un detalle arrastra toda mi lectura; es una viva mutación de mi interés una fulguración” gracias a la marca, la foto deja de ser cualquiera. Ese algo me ha hecho vibrar, ha provocado un estremecimiento.

La fotografía del invernadero, de su madre, dice: “esta fotografía reunía para mis todos los predicados posibles que constituían la esencia de mi madre”[7] Lo que él leía en esa fotografía, era, utópicamente, universalizarse en la escritura, cuyo proyecto entonces sería la única finalidad de su vida. No publica la foto porque no abriría en nadie herida alguna, y solo sería un studium para ellos.

El referente de la fotografía persiste en los conceptos tratados por Ronald Barthes y que, para el tema que hoy nos trae, voy a ilustrar con el primer testimonio de María Cristina Giraldo, que nos invita a través de su construcción escrita a reconocer el punctum que le impacta y moviliza su análisis.

Ella nos relata una escena a los 6 años de edad, donde la casa de la familia está llena de personas, visten de negro y lloran. Dice: Mi padre me levanta sobre el ataúd para que me despida de mi abuelo. Ella exclama: “¡de traje y sin zapatos!”. El padre explica: “no tiene zapatos, porque ya no va a caminar para ninguna parte; el abuelo murió”.[8]

Ahora al siguiente párrafo nos dice, que hace unos años en Nueva York, va al Museo Guggenheim y ve del artista Maurizio Cattelan la obra Un Kennedy en el féretro, de traje y con los pies desnudos[9], y aunque esta obra de arte no es una fotografía para ella “esto ha sido”, que es como define Barthes una foto.

Lo que quiero resaltar es, dice María Cristina, el impacto de ese punctum: “resonó en la consistencia que ya tenía mí síntoma en el análisis. Ese trozo de real puesto en la vulnerabilidad de los pies, la pieza de mi cuerpo que quedó marcada por el traumatismo de lalengua que estalló en mi síntoma: las contracturas musculares en los pies, la mala elección de los zapatos que, en forma paradójica, corporizaba lo que no anda, al causar algún trauma; el caminar en el encierro para descargar el exceso de angustia.(…)Esa era mi manera de vivir la pasión, por la vía de ese afecto que contraía mi cuerpo con la angustia y que ahora lo vivifica con el sinthome”.

Un nombre del sinthome producido en el análisis como “un esguince en la voz”, un oximorón, una frase neológica por su imposibilidad, pero que la nombra, a partir de un acontecimiento de cuerpo.

Esa expresión del padre levantándola con los pies al aire y el dicho paterno que marca, logra al cabo de los años “poner a caminar lo que tengo entre manos” como sintagma y solución extraída del análisis. Y dice cómo la analista, en su última sesión, asiente a su construcción, diciéndole “ahora tienes las manos libres y los zapatos bien puestos”.

Puedo decir entonces que la experiencia analítica puede ser un studium, pensado a la luz del planteamiento de Barthes y la construcción del sinthome como el punctum, que irrumpe para un sujeto como una construcción singular y única, pero también ciertos momentos del análisis pueden tener esa construcción en cuanto la experiencia de María Cristina en el museo, produce ese impacto, esa herida, ese pinchazo de un punctum, muy singular de lo traumático, porque sólo para ella tiene ese poder fulgurante de reconocimiento para sí misma.

[1] Barthes, Ronald. “Cámara Lúcida-Notas sobre la fotografía”. Paidós. 5ª reimpresión. España. 2014.

[2] Miller, Jaques-Alain. “El ser y el Uno” p. 38

[3] Barthes, Ronald. Ibíd p. 60

[4] Barthes, Ronald. Ibíd p. 31

[5] Barthes, Ronald. Ibíd p. 60

[6] Barthes, Ronald. Ibíd p. 63

[7] Barthes, Ronald. Ibíd p. 85

[8] Giraldo, María Cristina. “La Voz opaca”, en Bitácora Lacaniana. Revista de psicoanálisis de la nueva escuela lacaniana-Nel. Número extraordinario-abril 2017.Grama.2017. p. 52.

[9] Giraldo, María Cristina. Ibíd.