Skip to main content

J osé Fernando Velásquez

 

Miembro de la Nel- cf Medellín

 

Presentación.

El trabajo que se presenta tiene por objetivo recoger lo que muchos autores, psicoanalistas y otros, han hecho en referencia al Trauma.

Lo ofrezco a la Sede de la Escuela, como abrebocas al trabajo de nuestras jornadas. Cada una de las bibliografías consultadas es fuente para otro trabajo adicional. Espero pueda serles de utilidad.

Trauma e historia:

El concepto de trauma como el de la historia, no podrían pensarse por separado. La historia de la humanidad está apoyada en traumatismos sociales que afectaron y lo hacen también en el presente, a toda la condición humana. Igual, la vida de un sujeto. En la contemporaneidad hay una tendencia a subjetivar el mundo que se nos presenta, a partir del trauma ligado a la irrupción de una causa no programable.

¿De qué trauma se trata?

  • Un acontecimiento cuya respuesta es imposible de controlar con antelación, Es inesperado; no puede anticiparse y confronta con un efecto sorpresa, pero para que se constituya en trauma psíquico tiene que ser un acontecimiento con una implicación subjetiva. Algo que concierne una respuesta del sujeto.
  • El acontecimiento implica una cierta efracción, (ruptura violenta), o sobrepasa los medios de tratamiento o tramitación que tiene el sujeto. Hay un desgarramiento de aquello que el sujeto disponía para su estabilidad. El trauma no encuentra nominación posible con los recursos que cuenta el sujeto a nivel imaginario ni simbólico. Siempre tiene que ver con la dupla vida/muerte, a partir del cual el sujeto desconfía totalmente de los medios en que antes se apoyaba para su tranquilidad.
  • Un trauma es lo que no se habría podido imaginar, está fuera de la ley, y expone un imposible. El trauma escapa al sentido.
  • En el trauma falta el Otro que dé respuesta, que ampare, que proteja, el Otro simbólico no opera, y tampoco funciona el argumento del fantasma que lo emparenta al otro del deseo; entonces el sujeto queda como un objeto a merced del acontecimiento.
  • JAM lanza una definición que por el momento puede darnos un avance inicial: “Se produce un traumatismo cuando un hecho entra en oposición con un dicho, con un dicho esencial en la vida del paciente, cuando hay una contradicción entre el hecho y lo dicho”[1].
  • Briole propone otro elemento crucial del trauma: “El sujeto no puede separarse de la fascinación de la mirada (o de aquella pieza de real) que lo ha inmovilizado. El trauma no se borra, no lo modifica ni el rechazo ni la represión”[2]. Esto puede explicar el por qué hay fascinación en las redes sociales, en los noticieros, y hasta en ciertos espacios “terapéuticos”, con lo traumático, tratando de acercarse más, asustarse un poco más, y las preguntas de reporteros o terapeutas son insistentes: “¿qué sintió?”, “¿cómo fue?”.
  • El encuentro traumático contiene un punto de cercanía a la muerte. Es paradigmático al respecto el texto de Maurice Banchot: “El instante de mi muerte”[3]. El desencadenante es el recuerdo de un acontecimiento fijado en la memoria: Lo fusilaron junto a otros partisanos durante la guerra, pero no le dieron el tiro de gracia, aunque a otros sí. Tras aquel instante de inmovilidad, un tiempo inexistente que detuvo el tiempo, logró salvar su vida. Desde el crucial episodio de su cercanía con la muerte frente al pelotón nazi de fusilamiento, el joven Maurice estuvo “ligado a la muerte por una amistad subrepticia”, el imborrable recuerdo del instante de su muerte siempre estuvo pendiente desde entonces. “Un instante de tiempo es eso en lo que sientes que por un lado estás vivo y por el otro estás muriendo” …. “Sé que aquel al que ya apuntaban los alemanes, no esperando más que la orden final, experimentó entonces un sentimiento de ligereza extraordinario… no trataré de analizar ese sentimiento de ligereza… más bien el sentimiento de compasión por la humanidad sufriente…”, “El instante de mi muerte en lo sucesivo siempre estuvo en curso”.
  • I. Zapata también hace un aporte más: “Es de anotar, el estado de desamparo en el cual queda el sujeto pues, éste no logra darse una explicación posible del por qué esta afrenta dolorosa no deja de mortificarlo. No es difícil hacer derivar del forzamiento traumático, el sentimiento de angustia y desesperanza que queda en el alma de la víctima. La realidad del sujeto que ha sufrido el forzamiento traumático ya no es lo que previo al suceso doloroso era, pues en su lugar emerge la escena del forzamiento, como un cuerpo extraño frente al cual no hay una defensa psíquica posible. …. Esto deviene irreducible, y estará dotado de una tendencia a repetirse en el campo de goce del sujeto[4].

Trauma, tiempos actuales y psicoanálisis.

Estamos ante nuevos modos traumáticos de la civilización: Holocaustos, guerras, desastres civiles, terrorismo, abuso infantil, excombatientes, secuestros, feminicidios, accidentes, inseguridad, etc.; a esta serie E. Laurent la llama “patología civil del trauma”[5], peligros en los que se enlazan lo individual y lo colectivo. Es cierto que las circunstancias sociales desbordan la clínica del caso y se habla en plural de “víctimas”, “traumas”, “sobrevivientes” por doquier.

Estos tiempos que van a toda prisa, donde lo real aparece sin aviso de manera individual o colectiva, donde la incertidumbre y el riesgo son comunes a cualquier condición, estos tiempos modifican el discurso de “la hipermodernidad” sobre el trauma. Por ejemplo, en la ciencia se crean a toda velocidad nuevas categorías diagnósticas, Entre ellas el Síndrome de estrés post traumático, y tratamientos estandarizados, vacíos de significación. Más allá de la ciencia, el discurso jurídico ha creado una condición en la que el objeto del discurso es la víctima, coordenadas que siguen quienes, en su debilidad, ven en ello una oportunidad y una razón para su quehacer. También hay en la actualidad una intensificación de los discursos de la memoria, que giran en torno al suceso específico y se trata de reconstruirlo de una manera lo más “objetiva” posible. Varias consecuencias de ello las veremos en el transcurso de esta revisión, pero anticipo algunas: 1) El hecho traumático nunca será igual al traumatismo subjetivo; 2) persiguiendo la objetividad de la verdad se desplaza la atención al hecho y no al sujeto, 3) La exactitud del recuerdo nunca será completa sino siempre subjetiva; 4) la identificación del sujeto a ser “víctima” impedirá implicarse en su respuesta singular al hecho. Es un error constituir al sujeto en supuesto traumatizado. 5) “Por eso, tratar a un traumatizado como víctima, es la peor caridad que se puede hacer, porque impide que se responsabilice de su implicación con el trauma, lo condena a la repetición”[6].

Ser indiferente al sufrimiento del otro es lo que hace al ser humano, inhumano. La indiferencia es una respuesta por medio de la cual lo más humano en singular, llega a ser irrelevante para otro. La trivialización de lo traumático la vemos a diario en los medios masivos de difusión: noticieros, redes sociales, etc. donde la noticia pasa, se cambia de tema, a la farándula o a los deportes. El sentido crítico está adormecido, paralizado, o enmudecido. El apogeo de la indiferencia frente a la violencia en todas sus formas, corresponde a lo que desde el psicoanálisis se viene nombrando como el feroz crecimiento de la segregación, la cual se fomenta por medio de una manipulación perversa del discurso social.

Cada vez son más los lugares del mundo en donde se han instaurado procesos de reparación histórica del terrorismo de Estado, y en nuestro país apenas lo iniciamos. Como analistas sabemos que “dar testimonio de un acontecimiento traumático no es sin consecuencias subjetivas y sociales”. Al testimoniar cada sujeto debe interpelar su propio límite con el lenguaje. Elie Wiesel, sobreviviente de Auschwitz, premio Nobel de la Paz y autor de impresionantes testimonios, dice: “Todavía no hemos conseguido abordar ese tema. Se queda fuera de todo entendimiento, de toda percepción. Podemos comunicar algunos retazos, algunos fragmentos; pero no la experiencia. Lo que hemos vivido nadie lo conocerá, nadie lo comprenderá”. G. Agamben al referirse al testimonio de los sobrevivientes de los campos de concentración, resalta que “el testimonio vale en lo esencial por lo que falta en él; contiene, en su centro mismo, algo que es intestimoniable”. Primo Levi afirma que él, como otros sobrevivientes de Auschwitz, no pueden testimoniar del horror, porque el horror es lo que no se puede decir. Desde el psicoanálisis podemos decir al respecto que el testimonio envuelve lo real como lo imposible de decir, designa el límite de lo que puede ser dicho, dejando siempre un resto indecible, lo indecible del trauma.

Para muestra, un relato de una sobreviviente de la masacre en el corregimiento El Aro, en Ituango (Antioquia), que ocurrió entre el 22 y 25 de octubre de 1997. Murieron 15 personas, destruyó el corregimiento y generó desplazamiento.

Desde que era niña veía hombres vestidos de camuflaje… tenían una mirada dura, sus botas golpeaban el asfalto…guerrilleros, chulos; eran la autoridad. Un día escuchamos disparos… tensión… Mi bebé se despertó llorando…, los ‘paras’. El rumor … cogimos lo que pudimos y nos fuimos al monte… el humo de los cañones… El olor a pólvora… explosiones… El cielo se puso gris… Salimos con lo que traíamos puesto… Así empezamos a correr… tres noches seguidas en el monte… Lloraba mucho… mataron a don Aurelio, a don Arnulfo, a Mauricio Múnera, a Andrés Mendoza y a la señora que le ayudaba al párroco…. Tienen la gente en el parque, no la dejan salir… Estábamos demasiado cansados… la falta de comida y de sueño…. Caminaba y caminaba cargando la bebé…. No hubo palabras… Empezamos a caminar con otros, éramos más de mil personas… Unos llevaban gallinas, otros costales… se sentía el miedo…. Volvimos 2 años después, encontramos cenizas… no había pueblo, solo escombros

Los puntos suspensivos señalan el vacío que ninguna de esas palabras encadenadas alcanza a colmar y la necesidad de que, contingentemente, algo se escriba en el lugar del agujero de lo imposible de decir.

El testimonio habita ese real, intentando acotar ese agujero a través de la escritura, la obra, la exposición. Testimoniar exige cojones, lo podemos extraer de las raíces latinas de testimonio y testículo. Lacan así lo expresa: “No por nada ‘testimonio’ en latín se denomina testis, siempre se testimonia sobre los propios cojones. Siempre hay compromiso del sujeto y lucha virtual a la cual el organismo es siempre latente, en todo lo que es del orden del testimonio”

Testimoniar, dar a conocer documentos archivados, hacer documentales, películas, escribir, novelar, cantar, etc., todo parece apuntar a tratamientos posibles del hecho traumático. Es historizar, pero no se queda en ello. Lo que observamos es que hay creación, invención. Formas artísticas como escritos (Blanchot: El instante de mi muerte, Primo Levi: Si esto es un hombre, Los textos de León Uris, Imre Kertész y Elie Wiesel sobre el holocausto), obras de arte: (O. Muñoz, D. Salcedo), fotografías y reportajes (Jesús Abad Colorado) o películas (Forrest Gump, Apocalypse Now, sobre Vietnam, o en nuestro conflicto, Matar a Jesús, Monos), etc.

Entonces, ¿en qué lugar queda lo colectivo, lo que puede el sujeto hacer con el otro semejante? El acento que puso Freud en el mundo íntimo del sujeto, no puede llevar a los psicoanalistas a rechazar la realidad de lo traumático, la crueldad que se juega en el mundo exterior. No hay que quitar valor al acontecimiento, sino que se lo incluya dentro de lo que veremos en el apartado 4, lo que es el trou-matisme. El horror es traumatismo en sentido clínico en la medida en que se trata de muerte, heridas que dejarán secuelas, pero también en tanto que crea un agujero en el discurso, una impotencia subjetiva al momento de interpretar el acontecimiento.

Para J. A. Miller, los analistas no distinguimos entre la realidad psíquica y la realidad social. La realidad psíquica es la realidad social. En la muy última enseñanza de Lacan se encuentra esta provocativa proposición: “La neurosis depende de las relaciones sociales”. Es suficiente recordar que en el fundamento de la realidad social está el lenguaje y en la dimensión del goce que circula en los vínculos humanos. Miller agrega: “Un analista no puede funcionar más que si está en contacto directo con lo social, aunque en su consultorio pueda desconocerlo y alimentar las dulces ensoñaciones de su extraterritorialidad”.

JAM y E. Laurent se han referido a una forma de sublimación que es con el otro semejante y ante el Otro social: El cuerpo del otro encarna en el grupo, es decir en el lazo social como tal. En este sentido, escribir, argumentar, pintar, crear de cualquier forma, permite salir de la posición de objeto y asumir la dimensión poética.  El agujero que se evidencia en el lenguaje del testimonio, vaciado de toda significación, es eficaz al pasar por alguna forma de escritura, pues sólo por lo escrito damos cuenta de la existencia de lo Real. El sobreviviente no habla y, a causa de ello, da a ver. Como bien sabemos, lo no dicho no se puede representar; así, lo que no se puede decir, se muestra a otro, y con otros.

El trabajo de elaboración con otros no excluye el que uno por uno escriba en el lugar del agujero un síntoma, más bien es el encuentro que modifica la experiencia y la palabra, es el lugar de invenciones que no se acomodan a las normas o a los ideales con los que los “terapeutas” llegan a una comunidad. La tribu, el grupo, la reunión sin un Amo al que se le suponga un saber, o que lo encarne, dan acceso a un agujero en común, y de allí es que germina un cierto goce creativo; por ejemplo, hacer música en común para instalar un lazo social. La música, el reggaetón de las comunas o los grupos musicales del pacífico y de los Montes de María no solo hacen lazo social, no solo denuncian, sino que dan una identidad, funciona como un S1 que da cohesión.

Lo femenino ha tenido un lugar importante y crucial al momento de tramitar lo traumático y convendría poder ahondar en ello. Lo femenino como función resiste a lo que ocurre en lo social, y con su condición de ex – sistencia, tiene el potencial de hacerse a una función tejedora y re componedora del lazo social.

Una forma adicional son los esfuerzos por hacer una memoria colectiva como museos en cada país, en cada localidad, como El Salón del Nunca Más, en Granada Antioquia, donde están las fotografías de 460 personas de la localidad, víctimas de asesinato selectivo, 2.992 de desaparición forzada, 59 asesinadas en 10 masacres, 98 víctimas de secuestro y 50 de violencia sexual. En otros museos similares sobre el holocausto pueden verse un cerro de zapatos, o de anteojos: la imagen dice lo que la palabra no logra atrapar.

Trauma y psicoanálisis.

Freud 1:

En la obra freudiana es clave el tiempo de elaboración conceptual inicial en el que el trauma era una referencia a la histeria; la significación del trauma era sexual, que enseguida determina una fijación que se reprimirá por efecto de una interpretación, y que dará luego origen al síntoma, el cual es la significación del retorno de lo reprimido. Freud escuchaba a mujeres que confesaban la seducción sexual en su infancia por parte de un hombre de la familia, de tal forma que concluyó que la histeria tenía un origen traumático.

Pero tempranamente Freud, en la carta 69 a Fliess, dice que ya no cree más en sus histéricas, pues “es poco probable que la perversión contra niños esté difundida hasta ese punto”, y además porque en el inconsciente no se puede distinguir la verdad de la “ficción investida de afecto”. A partir de este momento Freud abandona la teoría realista del trauma de seducción, para sostener que algunos acontecimientos adquieren valor patógeno para un sujeto a causa de la interposición de una fantasía. El término realidad no estará ligado a que un hecho haya acontecido efectivamente, sino a que en tanto “realidad psíquica” pueda tener el mismo efecto causal. Se hunde la referencia a una vivencia sexual prematura traumática, pero algo viene al mismo lugar: la fantasía que da cuenta de la pulsión, como sexualidad infantil. Esto implica que la represión no operará solo respecto a la vivencia sexual prematura traumática, sino que estará en relación con la sexualidad infantil y con la fantasía.

De allí Freud es conducido al concepto del “fantasma” como una interpretación construida por el sujeto, de lo que el otro desea en su goce, pero que es traumático para el sujeto. El abandono de su teoría de una seducción desplazó este valor causal a la estructura de un fantasma cuya verdad se formulaba como una mentira originaria. “El otro me…”, atribución al otro de lo que afectó al sujeto. Para Freud no habrá fantasma sin trauma, sin un acontecimiento que lo despierte. A partir de aquí, el fantasma, más que ser interpretado como una escena imaginaria, será construido como una frase, también como un axioma que definirá los términos en los que se jugará el deseo para cada sujeto.

Freud cuando habla del tema, hace uso de un nombre “representaciones intolerables”. La representación intolerable es, en el decir freudiano, algo insoluble para el Yo. Y lo traumático queda más del lado de lo que no pasó que en lo que sí pasó.

Una excelente consideración de la relación entre la realidad y el psiquismo puede consultarse en Miller en su seminario “Causa y Consentimiento”.

Freud 2:

En un tiempo posterior, el que vivió Freud entre las dos guerras, aborda las neurosis de guerra y otras heridas psíquicas en las que lo característico eran dos elementos: 1) la iteración de la evocación del momento traumático y, 2) la fijación libidinal, con lo cual designa un modo de satisfacción singular imposible de controlar por parte del sujeto. Con estos dos elementos ya no estamos más en lo que sujeto imagina, sino que Freud se orienta a algo que hoy podemos decir, es lo Real o que lo aborda como Pulsión de muerte. El traumatismo tiene el estatuto de tal en la medida de producir una cantidad de excitación reiterativa que operará como cuerpo extraño en el siquismo. En “Inhibición, síntoma y angustia” dice que la angustia es, “por una parte, expectativa del trauma, y por la otra, una repetición amenguada de él“.

El sujeto también se exige tener un axioma que le oriente en circunstancias similares y que lo prevengan de exponerse a situaciones donde pueda volver el monto de excitación; normas o reglas insensatas que regirán en adelante al sujeto, y esto dará lugar a la constitución del superyó como una instancia irracional, que también participará en la formación del síntoma.

Freud construye entonces una serie: 1) trauma , 2) afectación del sujeto, no solo por la sensación de desamparo, sino por el peligro que representa para él, el exceso de excitación,  3) represión,  4) síntoma. Estos son los elementos conceptuales que podemos encontrar en textos como “El malestar en la cultura”, “Inhibición, Síntoma y angustia”, y en “El más allá del principio del placer”.

En el psicoanálisis postfreudiano el abordaje del trauma “consiste en buscar siempre la herida antigua, en pensar absolutamente el trauma dentro del orden de la diacronía, dentro del orden de lo que ocurrió antes, alguna vez, al individuo. Esto desemboca en una indagación diacrónica que sitúa en primer plano la rememoración”. Trauma de nacimiento, según Otto Rank; falta básica, según M. Balint; y madre insuficientemente buena, para Winnicott.

Lacan 1:

Desde la influencia estructuralista el trauma puede leerse por la primacía de la repetición de ese goce que impuso la posición del sujeto con relación a una experiencia sexual, cómo ésta afectó al cuerpo y cuál fue su respuesta.

En el seminario I Lacan aborda la historia subjetiva diferenciándola de lo que realmente ha sucedido en el pasado, pues dice que en la historia subjetiva la memoria es un acto singular de cómo cada sujeto ha vivido su pasadoLacan lee el caso Emma de Freud publicado en el “Proyecto de una psicología para neurólogos”. Se trata de una joven que se encuentra tomada por una inhibición, ya no puede ir más a una tienda, es una especie de fobia. Freud desenmascara el trauma: No es tanto el goce del Otro el que sumerge a la sujeto en el terror, sino el propio deseo que puede reconocer en sí misma por uno de los hombres de la escena de la tienda. Es una escena secundaria, porque había pasado una primera, cuando fue a otra tienda y el tendero le pellizcó los genitales a través de los vestidos, riendo. La cristalización de la instancia de goce en el otro, coincide en ambas escenas con la risa de cada uno de estos hombres. El trauma se constituyó por la relación entre los dos eventos, de connotación sexual, que despierta un monto pulsional, pero que queda unido a un elemento elegido al azar y en la insondable decisión del ser: en el caso de Emma, la risa del hombre.

Lacan en el seminario XI nos lleva al concepto de repetición. Allí hace la siguiente afirmación: “Ahora tenemos que detectar el lugar de lo real, que va del trauma al fantasma -en tanto que el fantasma nunca es sino la pantalla que disimula algo absolutamente primero, determinante en la función de la repetición-; esto es lo que ahora nos toca precisar”. Lo real lo encontraremos en un tropezón que le permite escabullirse por estar fuera de lo simbólico. Aquí, es que hace referencia a la tyche, tropiezo, falla, (la hace equivalente al encuentro con lo real), y la diferencia del Automaton (situado del lado del principio del placer). Lacan retoma el tema del trauma para resaltar el encuentro fallido como “Tyche”.

Lacan 2:

Si hay algo esencial en este Lacan 2 respecto al trauma es la dimensión de agujero: “trou-matisme”, agujero traumático, efracción, ruptura violenta, que es el encuentro con un real que agujerea la homeostasis previa. Lacan se hace más radical, pues afirma que solo por medio de un trauma originario es que se ubica la causalidad subjetiva. O dicho de otra forma: todo sujeto es efecto del traumatismo.

En el encuentro traumático con lalengua, el cuerpo de goce del parlêtre es impactado y se perfora. De ahí se produce una consecuencia: el cuerpo de goce agujereado es el “que el parlêtre trata de llenar con una creencia”.

“No hay duda de que el abordaje de Lacan, que él nos hizo ver en Freud, consiste al final, no de inmediato, en tratar al trauma como un trouma – es un neologismo suyo (condensación entre trauma (trauma) y tou (agujero)) – que implica no combinar el trauma sexual con la diacronía, sino con la sincronía.

Cuando al final de su enseñanza él llega a formular que no hay relación sexual, nos brinda la fórmula sincrónica del trauma. Tal es la versión última del trauma sexual en Lacan: No hay relación sexual. De algún modo, esto nos da el axioma de los traumas”.

“A cada uno su traumatismo”, “No hay vida humana sin trauma”, “no hay parlétre sin trauma”, son afirmaciones psicoanalíticas que están en oposición a lo que el sentido común dice del trauma, donde se apunta a acontecimientos extraordinarios que valen como traumatismo para todos, sin que la singularidad se ponga en juego.

Sabemos que el trauma es estructural al sujeto, y en tanto tal entonces, no es posible curarlo. Dice Guy Briole: “El trauma es la marca del hombre. El que inscribe al sujeto en el orden del lenguaje y deja, a la vez, esta huella como resto de lo que no puede reabsorberse en lo simbólico… El trauma se hace – para uno o para un grupo – traumatismo”.

Esto nos hace pensar en dos tipos de trauma: uno que ocurre en forma instantánea y otro que es permanente. Si el del origen es todo un acontecimiento, el segundo es el encuentro permanente con lo imposible, lo imposible de nombrar es traumático, lo imposible para el deseo es traumático, lo imposible de sentido que implica la relación sexual es algo traumático. En esta segunda acepción volvemos a encontrarnos con Freud en “Más allá del principio del placer”: lo traumático es lo imposible, y ello inicia desde la infancia, imposible la satisfacción pulsional porque ella fracasa, imposible concentrar el amor maternal absoluto porque este será decepcionado y traicionado bien sea por la existencia de un padre o el nacimiento de otros hermanos; y siempre estará presente en el adulto, pues no hay La relación sexual para la especie, sino que cada cual tendrá que hacerse a una posibilidad que le será singular y sin garantías. El No hay relación sexual significa que en cualquier caso no hay una buena relación del sujeto con la sexualidad, hay un universal negativo para nuestra especie, que indica la ausencia de una regla prefijada de programación sexual, y que en la dimensión de la sexualidad el sujeto avanza a los tumbos, haciéndose a su propia invención.

Es por eso que tanto en la obra freudiana como lacaniana, al final el trauma es estructural, lo padece el ser parlante en tanto tal. Una reflexión adicional: Si en el desarrollo Freudiano y en Lacan, el Padre liga, nombra, enlaza; el trauma por el contrario es lo que separa, agujerea, descompleta.

De qué se trata el “trou-matisme”:

El “trou-matisme” hace alusión a un instante en el que se produce el acontecimiento del cuerpo hablante:

  1. Se trata del trauma inherente a como un significante de lalengua, la interpretación del deseo del otro, y lo imperativo de la pulsión, tocan el cuerpo de goce y producen un afecto, el cual queda fijado.
  2. En cada una de ellas se experimenta una equivocidad que ocasiona rupturas, en cada una de ellas hay un agujero, un punto de desgarramiento.
  3. Siempre hay un desborde, un exceso de goce.
  4. El cuerpo como sustancia gozante sufre una marca.
  5. En cualquier caso, no hay ninguna elucubración de sentido que esclarezca; es un sinsentido, es algo inasimilable e intraducible. “Es la calidad de inasimilable, lo que determina que ese real sea el motor de la repetición”
  6. El parlétre, en su respuesta, elige aquello que se constituirá como “trou-matisme”. No es solo producto del Otro traumatizante sino de la elección subjetiva. Hay una dimensión de elección en el trauma: el significante, la imagen o el objeto pulsional que representa o captura el goce en juego.
  7. La extimidad de lo traumático muestra que lo que se padece no es algo extraño que golpea, no es tan “hetero”, sino algo propio, “auto”, que se ha vuelto extraño e insistente. Algo íntimo se vuelve extranjero.
  8. En cuanto al recuerdo, el “trou-matisme” es generalmente anterior a la configuración edípica y es sin Otro. Leonardo Gorostiza habla de la siguiente forma: “Se trata de un “trou-matisme” del que no hay recuerdo posible, ya que se sitúa en una anterioridad lógica respecto de los recuerdos, pero del que algunos “recuerdos encubridores pantalla” privilegiados podrán sí constituir el índice de aquel encuentro inmemorial con lalangue”. E incluso, puede ser antes de su venida al mundo, y que, aunque no haya sido percibido, lo determina justamente porque hace agujero

Si no es el acontecimiento lo que produce el trauma, ¿Qué es entonces lo traumático?

  1. Lo que no se pudo decir, la lengua aniquilada, o el sentimiento de una injusticia insondable en el mundo (como lo fue para Blanchot el ser salvado por su pertenencia a una raza noble)
  2. Lo que el fantasma no recubrió;
  3. O el desencuentro a nivel del goce pulsional que hace tambalear cualquier certeza. Los objetos pulsionales que quedan sueltos de cualquier anudamiento. Ser invisible, o el ruido de las puertas, o el estar encerrado, para algunos de los supervivientes del holocausto.

Estos bordes al “No hay” se han hecho trazos, letras, no significantes, que ocurren como experiencias para el parlêtre desde el momento de su constitución. El parlêtre “…acaba por identificarse a lo más devastador, a lo más fascinante de las primitivas experiencias del sujeto, a lo que llamo la figura feroz, a las figuras que podemos vincular con los traumatismos primitivos, sea cuales fueren que el niño ha sufrido”.

Es eso lo que interesa al psicoanálisis, lo que no se puede decir, lo que no garantiza el objeto de deseo y el desencuentro con lo pulsional, porque en ese borde es que resplandece la dimensión del inconsciente real: los bordes del agujero, y las invenciones de las que cada parlêtre es responsable. Lacan en el seminario XXIV dice: “todos sabemos, porque todos inventamos un truco para llenar el agujero (trou) en lo real. Allí donde no hay relación sexual eso produce traumatismo (troumatisme). Uno inventa, uno inventa lo que puede, por supuesto”.

Podemos verificar además que en cada dimensión de goce puede proporcionar un traumatismo:

  1. En lo imaginario es el encuentro con alguna figura obscena y feroz que impone un goce que irrumpe o rasga el goce fálico con sus ideales y objeto de deseo del parlêtre. “En cierto momento el individuo fue tocado donde no debió serlo, cuando no debió haberlo sido y por alguien que no debió haberlo hecho, o bien vio algo que no debía y cuando no debía. Hubo un incidente”.
  2. En lo simbólico corresponde a las marcas que lalengua produce sobre la sustancia gozante como cuerpo. Un significante que suena, estridente, pero no significa. Una palabra proferida, incluso un nombre o sobrenombre, o un murmullo, que toma la forma de un aguijón, una esquirla, incurable, pero no intratable.
  3. En lo real es la pulsión que emite órdenes de satisfacción sin sentido.

¿Cómo se pone de presente ese desgarramiento, ese agujero, el “trou”, en la experiencia analítica? Lo imposible se muestra componiendo el síntoma:

  1. Primero, eso se experimenta en el cuerpo como acontecimiento, aunque no se puede decir.
  2. Segundo, la imagen traumática reina en los vínculos, los afectos, aunque se recubra con fantasías imaginarias.
  3. Tercero, se matematiza como una certeza para el sujeto o se experimenta como una perplejidad.

La oferta del psicoanálisis.

Abordar el trauma desde la orientación lacaniana implica trascender la cuestión del sentido, y dejar de tomarlo como un hecho de la historia, sino como excedente de goce al que hay que tramitar. Si nos quedamos con el sentido histórico fijamos al sujeto en una posición de víctima, porque es desde allí que reclama su reconocimiento.

La orientación lacaniana oferta la vía de lo enigmático que aparece con el trauma, bien sea como significante que no remite a nada, imagen que reina y anula las identificaciones del sujeto, o como objeto pulsional. Adopta como política subrayar o hacer eco bajo transferencia, de los bordes del “no hay”, esos bordes que son siempre traumáticos.

El análisis permite a cada parlêtre dar cuenta del tratamiento que le da al único traumatismo del que somos verdaderamente tributarios: el traumatismo de la relación singular con la lengua; como lo hace Joyce. Una experiencia donde se hace resonar otra cosa diferente que el sentido.

El punto de ese trauma lo encuentra el parlêtre al final de la experiencia analítica. Ella ubica el lugar traumático en la construcción que ha sido lograda por el inconsciente estructurado como ser hablante de goce, entorno a un punto referencial, un punto de origen, un agujero, un punto ciego. Ese núcleo está constituido por movimientos de goce inconscientes que tomaron su forma singular, única, desde lo infantil. Goces nucleares iterativos, que Lacan trabajó en el Seminario 19, del que el parlêtre no puede decir nada desde la enunciación. Lacan en el Seminario 21, dirá que ese núcleo «habla solo porque uno no dice jamás sino una sola y misma cosa».

Por Freud nos referimos al lugar en que el ser se asienta en lo no conocido, y Lacan lo nombra como ese “algo que se especifica de no poder decirse”, como una opacidad en nuestro que hacer, nuestro decir, nuestro desear. Es un Uno interdicto generado por un traumatismo vivido por la sustancia gozante en su encuentro con el significante, con el deseo del Otro y con lo irrealizable de la pulsión. Esos elementos “no se borran en el final del análisis, el sujeto puede hacer de ellos piezas sueltas, que son montadas de manera diferente en la solución del final de análisis”.

Si el psicoanálisis tiene algo que ofrecer aquí, es reconocer, en el proceso de revelación que ocurre en la experiencia analítica, el lugar apropiado de la falta en el Otro, y del agujero en nuestra propia sustancia gozante. Falta y agujero son recubiertas con fantasías que hacemos para cubrirlo y el proceso analítico las hace a un lado. “El pase es una invitación a dar cuenta de este punto”.

Miller, J.-A. et al. Efectos terapéuticos rápidos: conversaciones clínicas con Jacques -Alain Miller en Barcelona. ICF. 2005.

Briole, G. El Orden simbólico en el siglo XXI: No es más lo que era. Qué consecuencias para la cura. BsAs. Grama, 2011. Pág. 345.

Banchot M.  El instante de mi muerte. Ed. Tecnos. España. 2004

Zapata, J. La violencia y el trauma para el sujeto del psicoanálisis. Conflicto Armado y subjetividad. NEL Medellín.

Laurent, E. “Hijos del trauma”, en: La Urgencia Generalizada, La Práctica en El Hospital. BsAs, Grama2004. Pág. 23-29.

Fernández Blanco, M. Qué es un trauma. Revista digital Varité. NEL México. Mayo 2013

Fontao, B. y otros. Tomar la palabra. Sobre una experiencia de acompañamiento a víctimas-testigos en el marco de los juicios contra el terrorismo de Estado. En: Revista e-Mariposa. No. 8 Trauma. Grama. Pág. 13

Arias, L- “El testimonio en la era de las catástrofes, el horror como experiencia traumática”. Virtualia, Revista digital de la EOL. BsAs. No. 19 2009.

Agamben, G. Lo que queda de Auschwitz. Valencia, Pre-textos, 2000.

Ruiz, P. La guerra que mi hija no recuerda: un relato de la masacre de El Aro. Esta crónica es el resultado del Taller de periodismo SEMANA RURAL en el Seminario de Comunicación Juvenil de la Secretaría de Juventud de la Alcaldía de Medellín, organizado en 2017.

Stiglitz, G. “Comentario sobre el texto de Silvia Martínez, Republica de Cromañon”. Revista. E-mariposa. No. 8, 2015. Pág. 18

Lacan, J. Seminario 3: Las Psicosis. Barcelona, Paidós, 1984, p. 62.

Miller, J. A. Hacia Pipol 4. Transcripción de Catherine Bonningue de la intervención de J-A Miller en las Jornadas PIPOL 3, celebradas en París, los días 31 de junio y 1 de julio de 2007, sobre el tema “Psicoanalistas en contacto directo con lo social”. Traducción: Jesús Ambel.

Lacan, J., “El Seminario, Hacia un significante nuevo, lección del 17 de mayo de 1977”, en Colofón, nº 25, Revista de la Federación Internacional de Bibliotecas del Campo freudiano, “Psicoanálisis y poesía”, Granada, enero de 2005, p. 39.

Miller, J. A. Hacia Pipol 4. Transcripción de Catherine Bonningue de la intervención de J-A Miller en las Jornadas PIPOL 3, celebradas en París, los días 31 de junio y 1 de julio de 2007, sobre el tema “Psicoanalistas en contacto directo con lo social”. Traducción: Jesús Ambel.

J.A. En dirección a la adolescencia, Revista El psicoanálisis. ELP, Número 28, Textos del Siglo XXI, 28

Laurent, E. “Crisis identitarias y urgencias subjetivas”. ELP blog. 3 marzo, 2016

Freud, S. Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Obras completas. Amorrortu tomo I, pág. 301.

Freud, S. “Las neuropsicosis de defensa” 1894

Tudanca, L. Del trauma al troumatisme. En: Revista e-Mariposa. No. 8 Trauma. Grama. Pág.33

Miller, J.A. El estatus del trauma, En: Causa y Consentimiento. BsAs, Paidos. 2019. P. 135.

Freud, S. “Inhibición, Síntoma y angustia”.  Obras Completas, tomo XX, pág. 156

Miller, J.A. El estatus del trauma, En: Causa y Consentimiento. BsAs, Paidós. 2019. P. 138

Lacan, J. El Seminario I, Los escritos técnicos de Freud. Paidós. Clase del 13 o1 del 54.

Freud, S. “Proyecto de una psicología para neurólogos”, Obras completas, Tomo I, Amorrortu,

Lacan, J. El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. BsAs. Paidós, 1987, p. 68.

Miller, J.A. El estatus del trauma, En: Causa y Consentimiento. BsAs, Paidós. 2019. P. 133.

Laurent, E. “El reverso de la biopolítica”. Grama, Buenos Aires, 2016, p. 105.

Miller, J.A. El estatus del trauma, En: Causa y Consentimiento. BsAs, Paidós. 2019. P. 138

Briole, G. Trauma. En: El Orden simbólico en el siglo XXI: No es más lo que era. Qué consecuencias para la cura. BsAs. Grama, 2011. Pág. 345.

Lacan, J. Seminario XXI. Los no incautos yerran, clase del 19 de febrero de 1974, inédito. Y ‘Conferencias en USA’ en Scilicet 6/7, Éditions du Seuil, Paris, 1976.

Miller, J.A. “El ser y el uno”. Inédito.

Yelati, N. Trauma, entre Freud y el Pase. En: e-Mariposa. #8. agosto 2015. Pág. 5

Tudanca, L. Del trauma al troumatisme. En: Revista e-Mariposa. No. 8 Trauma. Grama. Pág.34

Gorostiza, L. El trauma y lo inconmensurable. En: Revista e-Mariposa. No. 8 Trauma. Grama. Pág.28

Laurent, E. Soiré des AE. “Dé-fixation de la juissance”.

Lacan, J. El Seminario, I. “Los escritos técnicos de Freud”. BsAs, Paidós. Pág. 161

Lacan, J. El Seminario XXI. “Los no incautos yerran”, clase del 19 Feb, 74. Inédito.

Miller, J.A. “El estatus del trauma”, En: Causa y Consentimiento. BsAs, Paidós. 2019. P. 137

Dargenton, G. Trauma. En: Los nombres del Padre. Revista Lacaniana #5/6. EOL. Pág. 391.

Lacan, J. El Seminario XXI. Los no incautos yerran. Clase 8, inédito

Arpin, D. “El trauma, el hombre y el agujero”. Freudiana, #83. 2018. Pág. 63

Arpin, D. “El trauma, el hombre y el agujero”. Freudiana, #83. 2018. Pág. 58

J osé Fernando Velásquez

 

Miembro de la Nel- Medellín

 

Presentación.

El trabajo que se presenta tiene por objetivo recoger lo que muchos autores, psicoanalistas y otros, han hecho en referencia al Trauma.

Lo ofrezco a la Sede de la Escuela, como abrebocas al trabajo de nuestras jornadas. Cada una de las bibliografías consultadas es fuente para otro trabajo adicional. Espero pueda serles de utilidad.

Trauma e historia:

El concepto de trauma como el de la historia, no podrían pensarse por separado. La historia de la humanidad está apoyada en traumatismos sociales que afectaron y lo hacen también en el presente, a toda la condición humana. Igual, la vida de un sujeto. En la contemporaneidad hay una tendencia a subjetivar el mundo que se nos presenta, a partir del trauma ligado a la irrupción de una causa no programable.

¿De qué trauma se trata?

  • un acontecimiento cuya respuesta es imposible de controlar con antelación, Es inesperado; no puede anticiparse y confronta con un efecto sorpresa, pero para que se constituya en trauma psíquico tiene que ser un acontecimiento con una implicación subjetiva. Algo que concierne una respuesta del sujeto.
  • El acontecimiento implica una cierta efracción, (ruptura violenta), o sobrepasa los medios de tratamiento o tramitación que tiene el sujeto. Hay un desgarramiento de aquello que el sujeto disponía para su estabilidad. El trauma no encuentra nominación posible con los recursos que cuenta el sujeto a nivel imaginario ni simbólico. Siempre tiene que ver con la dupla vida/muerte, a partir del cual el sujeto desconfía totalmente de los medios en que antes se apoyaba para su tranquilidad.
  • Un trauma es lo que no se habría podido imaginar, está fuera de la ley, y expone un imposible. El trauma escapa al sentido.
  • En el trauma falta el Otro que dé respuesta, que ampare, que proteja, el Otro simbólico no opera, y tampoco funciona el argumento del fantasma que lo emparenta al otro del deseo; entonces el sujeto queda como un objeto a merced del acontecimiento.
  • JAM lanza una definición que por el momento puede darnos un avance inicial: “Se produce un traumatismo cuando un hecho entra en oposición con un dicho, con un dicho esencial en la vida del paciente, cuando hay una contradicción entre el hecho y lo dicho”[1].
  • Briole propone otro elemento crucial del trauma: “El sujeto no puede separarse de la fascinación de la mirada (o de aquella pieza de real) que lo ha inmovilizado. El trauma no se borra, no lo modifica ni el rechazo ni la represión”[2]. Esto puede explicar el por qué hay fascinación en las redes sociales, en los noticieros, y hasta en ciertos espacios “terapéuticos”, con lo traumático, tratando de acercarse más, asustarse un poco más, y las preguntas de reporteros o terapeutas son insistentes: “¿qué sintió?”, “¿cómo fue?”.
  • El encuentro traumático contiene un punto de cercanía a la muerte. Es paradigmático al respecto el texto de Maurice Banchot: “El instante de mi muerte”[3]. El desencadenante es el recuerdo de un acontecimiento fijado en la memoria: Lo fusilaron junto a otros partisanos durante la guerra, pero no le dieron el tiro de gracia, aunque a otros sí. Tras aquel instante de inmovilidad, un tiempo inexistente que detuvo el tiempo, logró salvar su vida. Desde el crucial episodio de su cercanía con la muerte frente al pelotón nazi de fusilamiento, el joven Maurice estuvo “ligado a la muerte por una amistad subrepticia”, el imborrable recuerdo del instante de su muerte siempre estuvo pendiente desde entonces. “Un instante de tiempo es eso en lo que sientes que por un lado estás vivo y por el otro estás muriendo” …. “Sé que aquel al que ya apuntaban los alemanes, no esperando más que la orden final, experimentó entonces un sentimiento de ligereza extraordinario… no trataré de analizar ese sentimiento de ligereza… más bien el sentimiento de compasión por la humanidad sufriente…”, “El instante de mi muerte en lo sucesivo siempre estuvo en curso”.
  • I. Zapata también hace un aporte más: “Es de anotar, el estado de desamparo en el cual queda el sujeto pues, éste no logra darse una explicación posible del por qué esta afrenta dolorosa no deja de mortificarlo. No es difícil hacer derivar del forzamiento traumático, el sentimiento de angustia y desesperanza que queda en el alma de la víctima. La realidad del sujeto que ha sufrido el forzamiento traumático ya no es lo que previo al suceso doloroso era, pues en su lugar emerge la escena del forzamiento, como un cuerpo extraño frente al cual no hay una defensa psíquica posible. …. Esto deviene irreducible, y estará dotado de una tendencia a repetirse en el campo de goce del sujeto[4].

Trauma, tiempos actuales y psicoanálisis.

Estamos ante nuevos modos traumáticos de la civilización: Holocaustos, guerras, desastres civiles, terrorismo, abuso infantil, excombatientes, secuestros, feminicidios, accidentes, inseguridad, etc.; a esta serie E. Laurent la llama “patología civil del trauma”[5], peligros en los que se enlazan lo individual y lo colectivo. Es cierto que las circunstancias sociales desbordan la clínica del caso y se habla en plural de “víctimas”, “traumas”, “sobrevivientes” por doquier.

Estos tiempos que van a toda prisa, donde lo real aparece sin aviso de manera individual o colectiva, donde la incertidumbre y el riesgo son comunes a cualquier condición, estos tiempos modifican el discurso de “la hipermodernidad” sobre el trauma. Por ejemplo, en la ciencia se crean a toda velocidad nuevas categorías diagnósticas, Entre ellas el Síndrome de estrés post traumático, y tratamientos estandarizados, vacíos de significación. Más allá de la ciencia, el discurso jurídico ha creado una condición en la que el objeto del discurso es la víctima, coordenadas que siguen quienes, en su debilidad, ven en ello una oportunidad y una razón para su quehacer. También hay en la actualidad una intensificación de los discursos de la memoria, que giran en torno al suceso específico y se trata de reconstruirlo de una manera lo más “objetiva” posible. Varias consecuencias de ello las veremos en el transcurso de esta revisión, pero anticipo algunas: 1) El hecho traumático nunca será igual al traumatismo subjetivo; 2) persiguiendo la objetividad de la verdad se desplaza la atención al hecho y no al sujeto, 3) La exactitud del recuerdo nunca será completa sino siempre subjetiva; 4) la identificación del sujeto a ser “víctima” impedirá implicarse en su respuesta singular al hecho. Es un error constituir al sujeto en supuesto traumatizado. 5) “Por eso, tratar a un traumatizado como víctima, es la peor caridad que se puede hacer, porque impide que se responsabilice de su implicación con el trauma, lo condena a la repetición”[6].

Ser indiferente al sufrimiento del otro es lo que hace al ser humano, inhumano. La indiferencia es una respuesta por medio de la cual lo más humano en singular, llega a ser irrelevante para otro. La trivialización de lo traumático la vemos a diario en los medios masivos de difusión: noticieros, redes sociales, etc. donde la noticia pasa, se cambia de tema, a la farándula o a los deportes. El sentido crítico está adormecido, paralizado, o enmudecido. El apogeo de la indiferencia frente a la violencia en todas sus formas, corresponde a lo que desde el psicoanálisis se viene nombrando como el feroz crecimiento de la segregación, la cual se fomenta por medio de una manipulación perversa del discurso social.

Cada vez son más los lugares del mundo en donde se han instaurado procesos de reparación histórica del terrorismo de Estado, y en nuestro país apenas lo iniciamos. Como analistas sabemos que “dar testimonio de un acontecimiento traumático no es sin consecuencias subjetivas y sociales”. Al testimoniar cada sujeto debe interpelar su propio límite con el lenguaje. Elie Wiesel, sobreviviente de Auschwitz, premio Nobel de la Paz y autor de impresionantes testimonios, dice: “Todavía no hemos conseguido abordar ese tema. Se queda fuera de todo entendimiento, de toda percepción. Podemos comunicar algunos retazos, algunos fragmentos; pero no la experiencia. Lo que hemos vivido nadie lo conocerá, nadie lo comprenderá”. G. Agamben al referirse al testimonio de los sobrevivientes de los campos de concentración, resalta que “el testimonio vale en lo esencial por lo que falta en él; contiene, en su centro mismo, algo que es intestimoniable”. Primo Levi afirma que él, como otros sobrevivientes de Auschwitz, no pueden testimoniar del horror, porque el horror es lo que no se puede decir. Desde el psicoanálisis podemos decir al respecto que el testimonio envuelve lo real como lo imposible de decir, designa el límite de lo que puede ser dicho, dejando siempre un resto indecible, lo indecible del trauma.

Para muestra, un relato de una sobreviviente de la masacre en el corregimiento El Aro, en Ituango (Antioquia), que ocurrió entre el 22 y 25 de octubre de 1997. Murieron 15 personas, destruyó el corregimiento y generó desplazamiento.

Desde que era niña veía hombres vestidos de camuflaje… tenían una mirada dura, sus botas golpeaban el asfalto…guerrilleros, chulos; eran la autoridad. Un día escuchamos disparos… tensión… Mi bebé se despertó llorando…, los ‘paras’. El rumor … cogimos lo que pudimos y nos fuimos al monte… el humo de los cañones… El olor a pólvora… explosiones… El cielo se puso gris… Salimos con lo que traíamos puesto… Así empezamos a correr… tres noches seguidas en el monte… Lloraba mucho… mataron a don Aurelio, a don Arnulfo, a Mauricio Múnera, a Andrés Mendoza y a la señora que le ayudaba al párroco…. Tienen la gente en el parque, no la dejan salir… Estábamos demasiado cansados… la falta de comida y de sueño…. Caminaba y caminaba cargando la bebé…. No hubo palabras… Empezamos a caminar con otros, éramos más de mil personas… Unos llevaban gallinas, otros costales… se sentía el miedo…. Volvimos 2 años después, encontramos cenizas… no había pueblo, solo escombros

Los puntos suspensivos señalan el vacío que ninguna de esas palabras encadenadas alcanza a colmar y la necesidad de que, contingentemente, algo se escriba en el lugar del agujero de lo imposible de decir.

El testimonio habita ese real, intentando acotar ese agujero a través de la escritura, la obra, la exposición. Testimoniar exige cojones, lo podemos extraer de las raíces latinas de testimonio y testículo. Lacan así lo expresa: “No por nada ‘testimonio’ en latín se denomina testis, siempre se testimonia sobre los propios cojones. Siempre hay compromiso del sujeto y lucha virtual a la cual el organismo es siempre latente, en todo lo que es del orden del testimonio”

Testimoniar, dar a conocer documentos archivados, hacer documentales, películas, escribir, novelar, cantar, etc., todo parece apuntar a tratamientos posibles del hecho traumático. Es historizar, pero no se queda en ello. Lo que observamos es que hay creación, invención. Formas artísticas como escritos (Blanchot: El instante de mi muerte, Primo Levi: Si esto es un hombre, Los textos de León Uris, Imre Kertész y Elie Wiesel sobre el holocausto), obras de arte: (O. Muñoz, D. Salcedo), fotografías y reportajes (Jesús Abad Colorado) o películas (Forrest Gump, Apocalypse Now, sobre Vietnam, o en nuestro conflicto, Matar a Jesús, Monos), etc.

Entonces, ¿en qué lugar queda lo colectivo, lo que puede el sujeto hacer con el otro semejante? El acento que puso Freud en el mundo íntimo del sujeto, no puede llevar a los psicoanalistas a rechazar la realidad de lo traumático, la crueldad que se juega en el mundo exterior. No hay que quitar valor al acontecimiento, sino que se lo incluya dentro de lo que veremos en el apartado 4, lo que es el trou-matisme. El horror es traumatismo en sentido clínico en la medida en que se trata de muerte, heridas que dejarán secuelas, pero también en tanto que crea un agujero en el discurso, una impotencia subjetiva al momento de interpretar el acontecimiento.

Para J. A. Miller, los analistas no distinguimos entre la realidad psíquica y la realidad social. La realidad psíquica es la realidad social. En la muy última enseñanza de Lacan se encuentra esta provocativa proposición: “La neurosis depende de las relaciones sociales”. Es suficiente recordar que en el fundamento de la realidad social está el lenguaje y en la dimensión del goce que circula en los vínculos humanos. Miller agrega: “Un analista no puede funcionar más que si está en contacto directo con lo social, aunque en su consultorio pueda desconocerlo y alimentar las dulces ensoñaciones de su extraterritorialidad”.

JAM y E. Laurent se han referido a una forma de sublimación que es con el otro semejante y ante el Otro social: El cuerpo del otro encarna en el grupo, es decir en el lazo social como tal. En este sentido, escribir, argumentar, pintar, crear de cualquier forma, permite salir de la posición de objeto y asumir la dimensión poética.  El agujero que se evidencia en el lenguaje del testimonio, vaciado de toda significación, es eficaz al pasar por alguna forma de escritura, pues sólo por lo escrito damos cuenta de la existencia de lo Real. El sobreviviente no habla y, a causa de ello, da a ver. Como bien sabemos, lo no dicho no se puede representar; así, lo que no se puede decir, se muestra a otro, y con otros.

El trabajo de elaboración con otros no excluye el que uno por uno escriba en el lugar del agujero un síntoma, más bien es el encuentro que modifica la experiencia y la palabra, es el lugar de invenciones que no se acomodan a las normas o a los ideales con los que los “terapeutas” llegan a una comunidad. La tribu, el grupo, la reunión sin un Amo al que se le suponga un saber, o que lo encarne, dan acceso a un agujero en común, y de allí es que germina un cierto goce creativo; por ejemplo, hacer música en común para instalar un lazo social. La música, el reggaetón de las comunas o los grupos musicales del pacífico y de los Montes de María no solo hacen lazo social, no solo denuncian, sino que dan una identidad, funciona como un S1 que da cohesión.

Lo femenino ha tenido un lugar importante y crucial al momento de tramitar lo traumático y convendría poder ahondar en ello. Lo femenino como función resiste a lo que ocurre en lo social, y con su condición de ex – sistencia, tiene el potencial de hacerse a una función tejedora y re componedora del lazo social.

Una forma adicional son los esfuerzos por hacer una memoria colectiva como museos en cada país, en cada localidad, como El Salón del Nunca Más, en Granada Antioquia, donde están las fotografías de 460 personas de la localidad, víctimas de asesinato selectivo, 2.992 de desaparición forzada, 59 asesinadas en 10 masacres, 98 víctimas de secuestro y 50 de violencia sexual. En otros museos similares sobre el holocausto pueden verse un cerro de zapatos, o de anteojos: la imagen dice lo que la palabra no logra atrapar.

Trauma y psicoanálisis.

Freud 1:

En la obra freudiana es clave el tiempo de elaboración conceptual inicial en el que el trauma era una referencia a la histeria; la significación del trauma era sexual, que enseguida determina una fijación que se reprimirá por efecto de una interpretación, y que dará luego origen al síntoma, el cual es la significación del retorno de lo reprimido. Freud escuchaba a mujeres que confesaban la seducción sexual en su infancia por parte de un hombre de la familia, de tal forma que concluyó que la histeria tenía un origen traumático.

Pero tempranamente Freud, en la carta 69 a Fliess, dice que ya no cree más en sus histéricas, pues “es poco probable que la perversión contra niños esté difundida hasta ese punto”, y además porque en el inconsciente no se puede distinguir la verdad de la “ficción investida de afecto”. A partir de este momento Freud abandona la teoría realista del trauma de seducción, para sostener que algunos acontecimientos adquieren valor patógeno para un sujeto a causa de la interposición de una fantasía. El término realidad no estará ligado a que un hecho haya acontecido efectivamente, sino a que en tanto “realidad psíquica” pueda tener el mismo efecto causal. Se hunde la referencia a una vivencia sexual prematura traumática, pero algo viene al mismo lugar: la fantasía que da cuenta de la pulsión, como sexualidad infantil. Esto implica que la represión no operará solo respecto a la vivencia sexual prematura traumática, sino que estará en relación con la sexualidad infantil y con la fantasía.

De allí Freud es conducido al concepto del “fantasma” como una interpretación construida por el sujeto, de lo que el otro desea en su goce, pero que es traumático para el sujeto. El abandono de su teoría de una seducción desplazó este valor causal a la estructura de un fantasma cuya verdad se formulaba como una mentira originaria. “El otro me…”, atribución al otro de lo que afectó al sujeto. Para Freud no habrá fantasma sin trauma, sin un acontecimiento que lo despierte. A partir de aquí, el fantasma, más que ser interpretado como una escena imaginaria, será construido como una frase, también como un axioma que definirá los términos en los que se jugará el deseo para cada sujeto.

Freud cuando habla del tema, hace uso de un nombre “representaciones intolerables”. La representación intolerable es, en el decir freudiano, algo insoluble para el Yo. Y lo traumático queda más del lado de lo que no pasó que en lo que sí pasó.

Una excelente consideración de la relación entre la realidad y el psiquismo puede consultarse en Miller en su seminario “Causa y Consentimiento”.

Freud 2:

En un tiempo posterior, el que vivió Freud entre las dos guerras, aborda las neurosis de guerra y otras heridas psíquicas en las que lo característico eran dos elementos: 1) la iteración de la evocación del momento traumático y, 2) la fijación libidinal, con lo cual designa un modo de satisfacción singular imposible de controlar por parte del sujeto. Con estos dos elementos ya no estamos más en lo que sujeto imagina, sino que Freud se orienta a algo que hoy podemos decir, es lo Real o que lo aborda como Pulsión de muerte. El traumatismo tiene el estatuto de tal en la medida de producir una cantidad de excitación reiterativa que operará como cuerpo extraño en el siquismo. En “Inhibición, síntoma y angustia” dice que la angustia es, “por una parte, expectativa del trauma, y por la otra, una repetición amenguada de él“.

El sujeto también se exige tener un axioma que le oriente en circunstancias similares y que lo prevengan de exponerse a situaciones donde pueda volver el monto de excitación; normas o reglas insensatas que regirán en adelante al sujeto, y esto dará lugar a la constitución del superyó como una instancia irracional, que también participará en la formación del síntoma.

Freud construye entonces una serie: 1) trauma , 2) afectación del sujeto, no solo por la sensación de desamparo, sino por el peligro que representa para él, el exceso de excitación,  3) represión,  4) síntoma. Estos son los elementos conceptuales que podemos encontrar en textos como “El malestar en la cultura”, “Inhibición, Síntoma y angustia”, y en “El más allá del principio del placer”.

En el psicoanálisis postfreudiano el abordaje del trauma “consiste en buscar siempre la herida antigua, en pensar absolutamente el trauma dentro del orden de la diacronía, dentro del orden de lo que ocurrió antes, alguna vez, al individuo. Esto desemboca en una indagación diacrónica que sitúa en primer plano la rememoración”. Trauma de nacimiento, según Otto Rank; falta básica, según M. Balint; y madre insuficientemente buena, para Winnicott.

Lacan 1:

Desde la influencia estructuralista el trauma puede leerse por la primacía de la repetición de ese goce que impuso la posición del sujeto con relación a una experiencia sexual, cómo ésta afectó al cuerpo y cuál fue su respuesta.

En el seminario I Lacan aborda la historia subjetiva diferenciándola de lo que realmente ha sucedido en el pasado, pues dice que en la historia subjetiva la memoria es un acto singular de cómo cada sujeto ha vivido su pasadoLacan lee el caso Emma de Freud publicado en el “Proyecto de una psicología para neurólogos”. Se trata de una joven que se encuentra tomada por una inhibición, ya no puede ir más a una tienda, es una especie de fobia. Freud desenmascara el trauma: No es tanto el goce del Otro el que sumerge a la sujeto en el terror, sino el propio deseo que puede reconocer en sí misma por uno de los hombres de la escena de la tienda. Es una escena secundaria, porque había pasado una primera, cuando fue a otra tienda y el tendero le pellizcó los genitales a través de los vestidos, riendo. La cristalización de la instancia de goce en el otro, coincide en ambas escenas con la risa de cada uno de estos hombres. El trauma se constituyó por la relación entre los dos eventos, de connotación sexual, que despierta un monto pulsional, pero que queda unido a un elemento elegido al azar y en la insondable decisión del ser: en el caso de Emma, la risa del hombre.

Lacan en el seminario XI nos lleva al concepto de repetición. Allí hace la siguiente afirmación: “Ahora tenemos que detectar el lugar de lo real, que va del trauma al fantasma -en tanto que el fantasma nunca es sino la pantalla que disimula algo absolutamente primero, determinante en la función de la repetición-; esto es lo que ahora nos toca precisar”. Lo real lo encontraremos en un tropezón que le permite escabullirse por estar fuera de lo simbólico. Aquí, es que hace referencia a la tyche, tropiezo, falla, (la hace equivalente al encuentro con lo real), y la diferencia del Automaton (situado del lado del principio del placer). Lacan retoma el tema del trauma para resaltar el encuentro fallido como “Tyche”.

Lacan 2:

Si hay algo esencial en este Lacan 2 respecto al trauma es la dimensión de agujero: “trou-matisme”, agujero traumático, efracción, ruptura violenta, que es el encuentro con un real que agujerea la homeostasis previa. Lacan se hace más radical, pues afirma que solo por medio de un trauma originario es que se ubica la causalidad subjetiva. O dicho de otra forma: todo sujeto es efecto del traumatismo.

En el encuentro traumático con lalengua, el cuerpo de goce del parlêtre es impactado y se perfora. De ahí se produce una consecuencia: el cuerpo de goce agujereado es el “que el parlêtre trata de llenar con una creencia”.

“No hay duda de que el abordaje de Lacan, que él nos hizo ver en Freud, consiste al final, no de inmediato, en tratar al trauma como un trouma – es un neologismo suyo (condensación entre trauma (trauma) y tou (agujero)) – que implica no combinar el trauma sexual con la diacronía, sino con la sincronía.

Cuando al final de su enseñanza él llega a formular que no hay relación sexual, nos brinda la fórmula sincrónica del trauma. Tal es la versión última del trauma sexual en Lacan: No hay relación sexual. De algún modo, esto nos da el axioma de los traumas”.

“A cada uno su traumatismo”, “No hay vida humana sin trauma”, “no hay parlétre sin trauma”, son afirmaciones psicoanalíticas que están en oposición a lo que el sentido común dice del trauma, donde se apunta a acontecimientos extraordinarios que valen como traumatismo para todos, sin que la singularidad se ponga en juego.

Sabemos que el trauma es estructural al sujeto, y en tanto tal entonces, no es posible curarlo. Dice Guy Briole: “El trauma es la marca del hombre. El que inscribe al sujeto en el orden del lenguaje y deja, a la vez, esta huella como resto de lo que no puede reabsorberse en lo simbólico… El trauma se hace – para uno o para un grupo – traumatismo”.

Esto nos hace pensar en dos tipos de trauma: uno que ocurre en forma instantánea y otro que es permanente. Si el del origen es todo un acontecimiento, el segundo es el encuentro permanente con lo imposible, lo imposible de nombrar es traumático, lo imposible para el deseo es traumático, lo imposible de sentido que implica la relación sexual es algo traumático. En esta segunda acepción volvemos a encontrarnos con Freud en “Más allá del principio del placer”: lo traumático es lo imposible, y ello inicia desde la infancia, imposible la satisfacción pulsional porque ella fracasa, imposible concentrar el amor maternal absoluto porque este será decepcionado y traicionado bien sea por la existencia de un padre o el nacimiento de otros hermanos; y siempre estará presente en el adulto, pues no hay La relación sexual para la especie, sino que cada cual tendrá que hacerse a una posibilidad que le será singular y sin garantías. El No hay relación sexual significa que en cualquier caso no hay una buena relación del sujeto con la sexualidad, hay un universal negativo para nuestra especie, que indica la ausencia de una regla prefijada de programación sexual, y que en la dimensión de la sexualidad el sujeto avanza a los tumbos, haciéndose a su propia invención.

Es por eso que tanto en la obra freudiana como lacaniana, al final el trauma es estructural, lo padece el ser parlante en tanto tal. Una reflexión adicional: Si en el desarrollo Freudiano y en Lacan, el Padre liga, nombra, enlaza; el trauma por el contrario es lo que separa, agujerea, descompleta.

De qué se trata el “trou-matisme”:

El “trou-matisme” hace alusión a un instante en el que se produce el acontecimiento del cuerpo hablante:

  1. Se trata del trauma inherente a como un significante de lalengua, la interpretación del deseo del otro, y lo imperativo de la pulsión, tocan el cuerpo de goce y producen un afecto, el cual queda fijado.
  2. En cada una de ellas se experimenta una equivocidad que ocasiona rupturas, en cada una de ellas hay un agujero, un punto de desgarramiento.
  3. Siempre hay un desborde, un exceso de goce.
  4. El cuerpo como sustancia gozante sufre una marca.
  5. En cualquier caso, no hay ninguna elucubración de sentido que esclarezca; es un sinsentido, es algo inasimilable e intraducible. “Es la calidad de inasimilable, lo que determina que ese real sea el motor de la repetición”
  6. El parlétre, en su respuesta, elige aquello que se constituirá como “trou-matisme”. No es solo producto del Otro traumatizante sino de la elección subjetiva. Hay una dimensión de elección en el trauma: el significante, la imagen o el objeto pulsional que representa o captura el goce en juego.
  7. La extimidad de lo traumático muestra que lo que se padece no es algo extraño que golpea, no es tan “hetero”, sino algo propio, “auto”, que se ha vuelto extraño e insistente. Algo íntimo se vuelve extranjero.
  8. En cuanto al recuerdo, el “trou-matisme” es generalmente anterior a la configuración edípica y es sin Otro. Leonardo Gorostiza habla de la siguiente forma: “Se trata de un “trou-matisme” del que no hay recuerdo posible, ya que se sitúa en una anterioridad lógica respecto de los recuerdos, pero del que algunos “recuerdos encubridores pantalla” privilegiados podrán sí constituir el índice de aquel encuentro inmemorial con lalangue”. E incluso, puede ser antes de su venida al mundo, y que, aunque no haya sido percibido, lo determina justamente porque hace agujero

Si no es el acontecimiento lo que produce el trauma, ¿Qué es entonces lo traumático?

  1. Lo que no se pudo decir, la lengua aniquilada, o el sentimiento de una injusticia insondable en el mundo (como lo fue para Blanchot el ser salvado por su pertenencia a una raza noble)
  2. Lo que el fantasma no recubrió;
  3. O el desencuentro a nivel del goce pulsional que hace tambalear cualquier certeza. Los objetos pulsionales que quedan sueltos de cualquier anudamiento. Ser invisible, o el ruido de las puertas, o el estar encerrado, para algunos de los supervivientes del holocausto.

Estos bordes al “No hay” se han hecho trazos, letras, no significantes, que ocurren como experiencias para el parlêtre desde el momento de su constitución. El parlêtre “…acaba por identificarse a lo más devastador, a lo más fascinante de las primitivas experiencias del sujeto, a lo que llamo la figura feroz, a las figuras que podemos vincular con los traumatismos primitivos, sea cuales fueren que el niño ha sufrido”.

Es eso lo que interesa al psicoanálisis, lo que no se puede decir, lo que no garantiza el objeto de deseo y el desencuentro con lo pulsional, porque en ese borde es que resplandece la dimensión del inconsciente real: los bordes del agujero, y las invenciones de las que cada parlêtre es responsable. Lacan en el seminario XXIV dice: “todos sabemos, porque todos inventamos un truco para llenar el agujero (trou) en lo real. Allí donde no hay relación sexual eso produce traumatismo (troumatisme). Uno inventa, uno inventa lo que puede, por supuesto”.

Podemos verificar además que en cada dimensión de goce puede proporcionar un traumatismo:

  1. En lo imaginario es el encuentro con alguna figura obscena y feroz que impone un goce que irrumpe o rasga el goce fálico con sus ideales y objeto de deseo del parlêtre. “En cierto momento el individuo fue tocado donde no debió serlo, cuando no debió haberlo sido y por alguien que no debió haberlo hecho, o bien vio algo que no debía y cuando no debía. Hubo un incidente”.
  2. En lo simbólico corresponde a las marcas que lalengua produce sobre la sustancia gozante como cuerpo. Un significante que suena, estridente, pero no significa. Una palabra proferida, incluso un nombre o sobrenombre, o un murmullo, que toma la forma de un aguijón, una esquirla, incurable, pero no intratable.
  3. En lo real es la pulsión que emite órdenes de satisfacción sin sentido.

¿Cómo se pone de presente ese desgarramiento, ese agujero, el “trou”, en la experiencia analítica? Lo imposible se muestra componiendo el síntoma:

  1. Primero, eso se experimenta en el cuerpo como acontecimiento, aunque no se puede decir.
  2. Segundo, la imagen traumática reina en los vínculos, los afectos, aunque se recubra con fantasías imaginarias.
  3. Tercero, se matematiza como una certeza para el sujeto o se experimenta como una perplejidad.

La oferta del psicoanálisis.

Abordar el trauma desde la orientación lacaniana implica trascender la cuestión del sentido, y dejar de tomarlo como un hecho de la historia, sino como excedente de goce al que hay que tramitar. Si nos quedamos con el sentido histórico fijamos al sujeto en una posición de víctima, porque es desde allí que reclama su reconocimiento.

La orientación lacaniana oferta la vía de lo enigmático que aparece con el trauma, bien sea como significante que no remite a nada, imagen que reina y anula las identificaciones del sujeto, o como objeto pulsional. Adopta como política subrayar o hacer eco bajo transferencia, de los bordes del “no hay”, esos bordes que son siempre traumáticos.

El análisis permite a cada parlêtre dar cuenta del tratamiento que le da al único traumatismo del que somos verdaderamente tributarios: el traumatismo de la relación singular con la lengua; como lo hace Joyce. Una experiencia donde se hace resonar otra cosa diferente que el sentido.

El punto de ese trauma lo encuentra el parlêtre al final de la experiencia analítica. Ella ubica el lugar traumático en la construcción que ha sido lograda por el inconsciente estructurado como ser hablante de goce, entorno a un punto referencial, un punto de origen, un agujero, un punto ciego. Ese núcleo está constituido por movimientos de goce inconscientes que tomaron su forma singular, única, desde lo infantil. Goces nucleares iterativos, que Lacan trabajó en el Seminario 19, del que el parlêtre no puede decir nada desde la enunciación. Lacan en el Seminario 21, dirá que ese núcleo «habla solo porque uno no dice jamás sino una sola y misma cosa».

Por Freud nos referimos al lugar en que el ser se asienta en lo no conocido, y Lacan lo nombra como ese “algo que se especifica de no poder decirse”, como una opacidad en nuestro que hacer, nuestro decir, nuestro desear. Es un Uno interdicto generado por un traumatismo vivido por la sustancia gozante en su encuentro con el significante, con el deseo del Otro y con lo irrealizable de la pulsión. Esos elementos “no se borran en el final del análisis, el sujeto puede hacer de ellos piezas sueltas, que son montadas de manera diferente en la solución del final de análisis”.

Si el psicoanálisis tiene algo que ofrecer aquí, es reconocer, en el proceso de revelación que ocurre en la experiencia analítica, el lugar apropiado de la falta en el Otro, y del agujero en nuestra propia sustancia gozante. Falta y agujero son recubiertas con fantasías que hacemos para cubrirlo y el proceso analítico las hace a un lado. “El pase es una invitación a dar cuenta de este punto”.

Miller, J.-A. et al. Efectos terapéuticos rápidos: conversaciones clínicas con Jacques -Alain Miller en Barcelona. ICF. 2005.

Briole, G. El Orden simbólico en el siglo XXI: No es más lo que era. Qué consecuencias para la cura. BsAs. Grama, 2011. Pág. 345.

Banchot M.  El instante de mi muerte. Ed. Tecnos. España. 2004

Zapata, J. La violencia y el trauma para el sujeto del psicoanálisis. Conflicto Armado y subjetividad. NEL Medellín.

Laurent, E. “Hijos del trauma”, en: La Urgencia Generalizada, La Práctica en El Hospital. BsAs, Grama2004. Pág. 23-29.

Fernández Blanco, M. Qué es un trauma. Revista digital Varité. NEL México. Mayo 2013

Fontao, B. y otros. Tomar la palabra. Sobre una experiencia de acompañamiento a víctimas-testigos en el marco de los juicios contra el terrorismo de Estado. En: Revista e-Mariposa. No. 8 Trauma. Grama. Pág. 13

Arias, L- “El testimonio en la era de las catástrofes, el horror como experiencia traumática”. Virtualia, Revista digital de la EOL. BsAs. No. 19 2009.

Agamben, G. Lo que queda de Auschwitz. Valencia, Pre-textos, 2000.

Ruiz, P. La guerra que mi hija no recuerda: un relato de la masacre de El Aro. Esta crónica es el resultado del Taller de periodismo SEMANA RURAL en el Seminario de Comunicación Juvenil de la Secretaría de Juventud de la Alcaldía de Medellín, organizado en 2017.

Stiglitz, G. “Comentario sobre el texto de Silvia Martínez, Republica de Cromañon”. Revista. E-mariposa. No. 8, 2015. Pág. 18

Lacan, J. Seminario 3: Las Psicosis. Barcelona, Paidós, 1984, p. 62.

Miller, J. A. Hacia Pipol 4. Transcripción de Catherine Bonningue de la intervención de J-A Miller en las Jornadas PIPOL 3, celebradas en París, los días 31 de junio y 1 de julio de 2007, sobre el tema “Psicoanalistas en contacto directo con lo social”. Traducción: Jesús Ambel.

Lacan, J., “El Seminario, Hacia un significante nuevo, lección del 17 de mayo de 1977”, en Colofón, nº 25, Revista de la Federación Internacional de Bibliotecas del Campo freudiano, “Psicoanálisis y poesía”, Granada, enero de 2005, p. 39.

Miller, J. A. Hacia Pipol 4. Transcripción de Catherine Bonningue de la intervención de J-A Miller en las Jornadas PIPOL 3, celebradas en París, los días 31 de junio y 1 de julio de 2007, sobre el tema “Psicoanalistas en contacto directo con lo social”. Traducción: Jesús Ambel.

J.A. En dirección a la adolescencia, Revista El psicoanálisis. ELP, Número 28, Textos del Siglo XXI, 28

Laurent, E. “Crisis identitarias y urgencias subjetivas”. ELP blog. 3 marzo, 2016

Freud, S. Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Obras completas. Amorrortu tomo I, pág. 301.

Freud, S. “Las neuropsicosis de defensa” 1894

Tudanca, L. Del trauma al troumatisme. En: Revista e-Mariposa. No. 8 Trauma. Grama. Pág.33

Miller, J.A. El estatus del trauma, En: Causa y Consentimiento. BsAs, Paidos. 2019. P. 135.

Freud, S. “Inhibición, Síntoma y angustia”.  Obras Completas, tomo XX, pág. 156

Miller, J.A. El estatus del trauma, En: Causa y Consentimiento. BsAs, Paidós. 2019. P. 138

Lacan, J. El Seminario I, Los escritos técnicos de Freud. Paidós. Clase del 13 o1 del 54.

Freud, S. “Proyecto de una psicología para neurólogos”, Obras completas, Tomo I, Amorrortu,

Lacan, J. El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. BsAs. Paidós, 1987, p. 68.

Miller, J.A. El estatus del trauma, En: Causa y Consentimiento. BsAs, Paidós. 2019. P. 133.

Laurent, E. “El reverso de la biopolítica”. Grama, Buenos Aires, 2016, p. 105.

Miller, J.A. El estatus del trauma, En: Causa y Consentimiento. BsAs, Paidós. 2019. P. 138

Briole, G. Trauma. En: El Orden simbólico en el siglo XXI: No es más lo que era. Qué consecuencias para la cura. BsAs. Grama, 2011. Pág. 345.

Lacan, J. Seminario XXI. Los no incautos yerran, clase del 19 de febrero de 1974, inédito. Y ‘Conferencias en USA’ en Scilicet 6/7, Éditions du Seuil, Paris, 1976.

Miller, J.A. “El ser y el uno”. Inédito.

Yelati, N. Trauma, entre Freud y el Pase. En: e-Mariposa. #8. agosto 2015. Pág. 5

Tudanca, L. Del trauma al troumatisme. En: Revista e-Mariposa. No. 8 Trauma. Grama. Pág.34

Gorostiza, L. El trauma y lo inconmensurable. En: Revista e-Mariposa. No. 8 Trauma. Grama. Pág.28

Laurent, E. Soiré des AE. “Dé-fixation de la juissance”.

Lacan, J. El Seminario, I. “Los escritos técnicos de Freud”. BsAs, Paidós. Pág. 161

Lacan, J. El Seminario XXI. “Los no incautos yerran”, clase del 19 Feb, 74. Inédito.

Miller, J.A. “El estatus del trauma”, En: Causa y Consentimiento. BsAs, Paidós. 2019. P. 137

Dargenton, G. Trauma. En: Los nombres del Padre. Revista Lacaniana #5/6. EOL. Pág. 391.

Lacan, J. El Seminario XXI. Los no incautos yerran. Clase 8, inédito

Arpin, D. “El trauma, el hombre y el agujero”. Freudiana, #83. 2018. Pág. 63

Arpin, D. “El trauma, el hombre y el agujero”. Freudiana, #83. 2018. Pág. 58